PERSONAJES POPULARES DE CUENCA

 De los personajes populares que deambulaban por  las calles de la Cuenca de antaño, solamente nos quedan testimonios orales, referencias, historias y versiones contadas a medias, como un rompecabezas  oral  incompleto.


A decir del  escritor Simón Valdivieso, muchos de nosotros conocimos a algunos de estos personajes populares, pero de la gran mayoría de ellos  nos enteramos por referencias orales, o escritas.

 Uno de los principales problemas es que hoy en día ya no les contamos a nuestros hijos sobre estos personajes populares de diferentes décadas, lo cual conlleva a  una penosa realidad, se está perdiendo la memoria social histórica de nuestra ciudad, culturalmente rica justamente por este tipo de peonajes,  muchos de los cuales, se han convertido en un tipo de leyendas, como si nunca hubiesen existido

Hoy conoceremos  las historias de  algunos de estos personajes populares de nuestra  ciudad .

SUCO DE LA GUERRA.- Un personaje curioso era el apodado “Suco de la Guerra”, cargador de oficio, que tenía la costumbre de relatar a los muchachos del barrio de Todos Santos y la Nueve de Octubre imaginarias acciones en la guerra contra el Perú. Siempre se le veía cargando grandes costales con unas sucias sogas de cabuya. No despreciaba el trago que le brindaban, y entonces había que “huirle” porque sus relatos de guerra se volvían interminables.

EL ATACOCOS.- fue otro de aquellos personajes populares de la época. Coplero fino, improvisaba sus versos conforme se lo pidiera el auditorio, lógicamente a cambio de alguna moneda.


El aseguraba ser de buena familia, abandonado por los suyos, juglar callejero, un poco pícaro y otro poco oportunista a la hora de alabar en versos, generalmente de pie cojo, la generosidad de algún “caballero” que le entregaba una buena propina por sus versos.

JUANA DE ARCO.-  En  los años cuarenta del siglo pasado, surge la silueta de una trágica mujer, quien se avecindó en esa ciudad según se cuenta como comparsa de algún grupo teatral que hizo algunas presentaciones.

La dama en cuestión se quedó en la Morlaquia, y su aspecto era el de una mujer cuyas ropas estaban más bien en una moda de otra época, pintada aunque sin exageración, y que gustaba de llevar sombreritos femeninos de otros tiempos.

Quizá por algún verso que solía recitar en las calles, y que aludían a la santa francesa Juana de Arco, el apodo le quedó. Todo el mundo en Cuenca le llamaba “la Juana de Arco”, vendedora ambulante de polvos de mixturas, lociones, peinetas de carey y cintas.

Aseguraba haber nacido en Quito, y algunos “chuscos” le llevaban la corriente, pidiéndole que recitara sus versos, o que bailara y cantara, para contento de los chiquillos. tunada mujer.

El CHAZNACACHO.-  Es como se  le apodaba a Alberto Valencia, vecino del barrio de la Convención del Cuarenta y Cinco, su existencia era musical; el solo era capaz de ser una orquesta entera con la guitarra en los brazos, un bombo golpeado por su pie izquierdo, unos platillos sonados por su pie derecho, una armónica o “rondín” en los labios, y su canto de voz metálica y un tanto desagradable que sin embargo, “a falta de pan”, como se dice, era muy apreciada en cualquier farra de “medio pelo”.

Don “Chaznacacho” además enseñaba la interpretación de la guitarra con particulares métodos didácticos, y quienes aprendieron el instrumento gracias a su método, aseguran que fue “un gran profesor”.

MARÍA LA GUAGUA.-   Era una mujer que vivía en la indigencia total, se la veía pulular por las  iglesias de San José de la Merced de El Vecino; casi todos la temían por ser agresiva.

Al parecer se trataba de una campesina indefensa que salió a la ciudad  en busca de días mejores, pero  se dice que fue ultrajada, y violada por borrachos y hampones, y  más tarde, en medio de la calle con pobreza y soledad parió a su hijo, el cual no soportó el frío de las noches cuencanas y murió en su regazo.


Tal dolor la llevó a la locura, y desde ese día buscó a su guagua, en una muñeca de trapos, a la cual abrazaba con tal vehemencia como queriendo volverla a meter en su seno maternal.

 BETÍN EL DE LA LOTERÍA.-   Personaje que por sus características especiales, trataba de llamar la atención  a los transeúntes para venderle un guachito de la lotería. Con supremo esfuerzo tartamudeaba “compleeeee otelliiiiaa”; quien no le conocían se asustaban al escuchar sus  desentonados  gritos.

Humberto vivia en el barrio  san Blas, desde  niño fue objeto de burlas por su discapacidad, siempre se acompañaba de su bastón; era cotidiano verlo por el puente del centenario, o por los alrededores de la Gobernación, en la calle Luis Cordero.

 LOCA CARLOTA.-  Según cuentan  se trataba una jovencita de 15 años aproximadamente,   simpática y de muy buena familia; nunca se la veía mal vestida.

Dicen que sufría algún tipo de trastorno mental; muy enamoradiza , quería abrazar y besar al que pase. Muchas veces se metía en cualquier; acostumbraba pasear en una bicicleta,  y   daba vueltas gritando que está buscando a su amor para casarse.

CARLITOS DE LA BICICLETA.-  Su nombre era  Carlos Maestre, un hombre de mandíbula pronunciada y barbas diminutas. La poliomielitis le dejó un problema en su pierna izquierda, por lo que siempre se apoyaba en un bastón.

Se lo describe como “un mendigo bien informado”. Hablaba mucho de las noticias de la semana: el paro de los maestros de la UNE, las protestas estudiantiles, el caso Briz López, entre otros.


“Carlitos de la bicicleta” llevaba consigo un balde de hojalata, que golpeaba con su bastón de madera contra la vereda para pedir monedas. Otro artículo que lo acompañaba frecuentemente era un camión de juguete, que arrastraba con una piola.

 PÍLDORA ROSADA.- Se trata de la historia de una campesina de origen cañari, que frecuentaba sentarse en las gradas del edifico de correo;  para esconder sus arrugas se pintarrajeaba con exceso su rostro, y sus pómulos presentaban siempre un color  rojo intenso, esto debido a que  humedecía con saliva y se pegaba  papel crepé de este color. Mujer  muy saludadora, pedía caridad   y fumaba en exceso tabacos full.

VICHI MALO.-  Vicente Eugenio Malo Corral, sin duda descendiente de una acaudalada familia, nacido el 5 de abril de 1941, laboró por cerca de 21 años en la Gobernación del Azuay, lugar donde se hizo muy conocido, sobre todo por su inmenso espíritu colaborador y servicial, imposible no reconocerlo, era una persona bastante alta, caracterizado por su peculiar forma de caminar y por su forma de ser, siempre muy atento y risueño. Se dice que muchos de los ‘cachos’ de los años 80, se inspiraron en “ Vichi Malo”


EL SUCO DE LAS IGLESIAS .-  Se llama  Felipe Eugenio Galán, y por muchos conocido como el ‘Suco del Cenáculo’; es el único personaje popular icónico de la capital azuaya que está vivo y que puede ser comparado con otros históricos como ‘El Atacocos’, ‘María, la guagua’, ‘Suco de la Guerra’, ‘Carlitos, la bicicleta.

Siempre camina rápido, usa un saco grande y por dentro una camisa o un buzo generalmente de color blanco; en los bolsillos siempre  lleva fundas plásticas y botellas con agua. Su cabello es ondulado y rubio y suele dejarse la barba, en medio de su “loca realidad” cumple una misión silenciosa y poco reconocida en Cuenca, recoge la basura, la coloca en las fundas plática y  las deposita en las parrillas; es una suerte de trabajo honorífico que le hace feliz.

BARBAS DE ALAMBRE.-  Era un señor que paseaba por la ciudad, con su vestimenta de campo y con un bastón en la mano, su bigote era muy particular con el vello facial hacia arriba, de ahí su nombre; contaba historias con ironías poéticas sacando una sonrisa a los espectadores”.

PON PIN.-  Celso  Vicuña conocido como pon pin o tilín, fue el primer fono mímico de Cuenca; fue campeón nacional de Muecas, realizado en Guayaquil, era conocido como el hombre de las mil caras , podía mover las orejas  y muchas veces actuaba en radio y televisión;  vendía armadores de alambre, con lo cual mantenía a su madre.  Su canción favorita y la siempre interpretaba en sus presentaciones era “Ay Chabela”.

EL PACHARACO.-  Salvador   Cabrera, El Pacharaco, fue un justiciero criollo, conocido como el defensor del pueblo. Castigaba con un látigo en su mano, siempre a carreras, a todos los ociosos y corruptos de las calles y mercados; persiguiéndolos hasta darles su paliza.

 Se lo encontraba por las callejuelas angostas y adoquinadas, vestido siempre con un uniforme militar que había encontrado “coincidencialmente”; Con su infaltable látigo en sus manos perseguía a carreras, castigando a los niños que no iban a la escuela, a los ociosos, a los chismosos, mentirosos y corruptos. Frecuentaba el barrio del Cuartel y el Mercado Municipal Nueve de Octubre.

EL DOCTOR TAMALES.- como lo conocía la gente, fue un controvertido profesional del derecho, muy polémico en su manera de pensar y actuar. Andaba siempre con una máquina en las manos, dañada y en desuso. Profesaba, divulgaba y ejercía sus propias constituciones y leyes.

Tenía por costumbre firmar papeles en blanco, paredes, escritos, bancas, sillas, espaldas de personas distraídas y todo lo que se encontraba al alcance de sus manos. Vestía siempre un terno rayado, más o menos de las usanzas del siglo pasado. Frecuentaba los juzgados y los consultorios de abogacía. 

 EL DUEÑO DEL MUNDO-.  Vagabundo, que vivía en nuestro pueblo, se creía ser el rey y el absoluto dueño del mundo. No contestaba siquiera el saludo de la gente; caminaba por adelante del resto, indiferente hacia ellos, con la cabeza inmóvil, forzadamente hacia arriba; aseguraba ser el más “gara” y “vacán” que existía.

Con los movimientos lentos de sus brazos como péndulos, pero peligrosos, ocupaba todo el ancho de la acera. Mantenía sus bigotes enrollados en la punta y acomodados a la fuerza; frecuentaba los barrios: La Merced, San Blas y la plazoleta de la Iglesia del Carmen. 

EL TONTO GABRIEL.-  Alto, bien parecido, y al igual que “Juana del Arco”, rival del Atacocos, se ganaba la vida como cargador de cantarillas; fue un ser sarcástico y severo en su crítica y apreciación, sin reparos en sus agravios, y en especial si sus críticas eran dirigidas hacia los políticos.

Según varias versiones de la gente, se aseguraba que era él el candidato de las calles, él era el elegido del pueblo para la presidencia; frecuentaba la calle Sangurima, siempre trabajando como vendedor de cantarillas. 

 EL SANSÓN DEL PUENTE ROTO.-  Personaje criollo de nuestras calles, galán y ostentoso. Presumía de superhombre, con músculos abultados, que no eran más que rellenos de papel periódico que colocaba dentro de las mangas de sus harapos taqueados. Para mantenerse en forma, todas las mañanas acostumbraba correr en una misma dirección, siguiendo el barranco del río Tomebamba, sin reparo a encontrar algún obstáculo, o persona en su camino. Con su enorme musculatura de rollos de papel envueltos, colgados y cayéndose, escurriéndose por las mangas de sus pantalones, todas salidas.

Presumía ser motivo de la envidia de los galanes, y la razón de los suspiros de todas las señoritas del pueblo de ese entonces. Sus lugares más concurridos eran, obvio está, el Puente Roto, además el Barranco del río Tomebamba y la esquina del Benemérito Cuerpo de Bomberos. 

LA LOCA DE LA CATEDRAL.-  Fue una beata de nuestras calles, le gustaba dar sermones y discursos en contra del pecado. Se escandalizaba al ver niños jugando en los templos y a las señoritas maquilladas o con las faldas cortas. Se fastidiaba, las ridiculizaba y perseguía, para luego otorgarles denominaciones como “quita maridos” para luego inventar y adjudicarles inexistentes romances con hombres ya casados.

En cambio, a los caballeros que ingresaban al templo, vestidos de etiquetas y en donaires, los abochornaba, asegurando haberlos encontrado ya meses atrás con el mismo terno o traje, y persiguiendo a empleadas domésticas; frecuentaba la Catedral de la Inmaculada de Cuenca, las iglesias de las Conceptas y el Carmen, el Parque Calderón y los mercados de la ciudad. 

EL JALA MUERTOS.-   fue un sepulturero excéntrico y extravagante, su costumbre era acompañar a todos los entierros del pueblo, jalando los féretros en los funerales. Usaba unos pantalones bombachos, característicos de aquellas épocas, pero, lo más sobresaliente en su vestuario, era una marcada inclinación hacia el color negro.

Entre sus pasatiempos favoritos, le gustaba disfrutar leyendo tardes enteras, las leyendas y epitafios de las lápidas y mausoleos; frecuentaba el Cementerio Municipal de la Ciudad de Cuenca.

Estos son, entre otros,  los  más conocidos personajes populares, no son obviamente todos.

Biografía y fuentes: información compilada del Internet

Comentarios